27.3.15

Sobre televisión (otra vez)

Me resulta inevitable hablar de la televisión siendo de una generación que vimos morir la tele en blanco y negro, en esas Telefunken de asa y botones de rosca, donde hacíamos de mando a distancia, con solo dos canales y más nieve que en una estación de esquí (evito la comparativa madaroniana). Actualmente cuando tenemos la peor televisión pública de la historia moderna de este país, donde La 2 es un pequeño reducto, 24h un pseudo-NoDo y con Tdp como canal del orgullo deportivo patrio. Cuando hemos visto nacer a las autonómicas y ver como sólo las que se comportan como locales sobreviven como Aragon Tv, y caer a las que han expoliado las arcas regionales como Canal 9 y en breves Telemadrid, salvando sólo, si obviamos el adoctrinamiento político a la Tv3 por su cuidado de contenidos y magnífica producción. Cuando las privadas se han unificado en las dos torres de la tierra catódica en dos negocios a la italiana, Mediaset  y Atresmedia, abiertas en una Tdt (más canales, para repartir la basura por temáticas) que es gratis pero nos tuvimos que comprar receptores digitales y arreglar antenas y habiendo prometido una calidad digital mejor que la analógica, que en realidad en lo único que se nota es en que se quedan cuadritos pixelados cuando falla o aparece en pantalla señal débil en vez de nieve, y decíamos después de sendas hostias a la caja del televisor "esto es de ellos".
Cuando las locales, bueno, las locales, pues son locales...
Cuando hemos visto el Canal Plus en abierto pero con espacios codificados y la aparición de la televisión de pago, cuando hemos visto esto incrustado a nuestra adolescencia y hemos tenido que cambiar nuestros hábitos para poder encontrar contenidos que nos gusten, llego a la conclusión de que hay dos maneras de percibir la televisión.
Por un lado, asumir su identidad (como asumir la de la radio, que es hacer compañía en nuestros quehaceres) y usarla para desinhibirse, pasearse por las emisoras saltando anuncios y poner lo menos malo, para acabar teniéndola de fondo, y siendo esclava del estudio general de medios, donde no cuenta nada más que lo que se emite en directo.
Por otro lado, reutilizar el televisor, en un reproductor de películas y series, a base de tirar de Internet o enchufado al DVD, o enchufar la consola para jugar o poner Blue-ray sin conocimiento.
Porque comprarse una smart tv o apuntarse a un canal de pago, si eres de los que perciben la tele como en el primer caso, no va a servir de nada. Esta claro que la gran mayoría difícilmente tiene ganas de programarse el tiempo de ocio y lo que hace que te organices, es la adicción a alguna serie o buscar películas "buenas" para ver según esté tu estado de ánimo.
Es difícil cambiar los hábitos de una sociedad en tan poco tiempo, no todo es telefonía móvil, será muy complicado convencer a los más mayores que no pongan un canal que pagamos todos, porque sienten que no verlo es perder dinero y creyendo que es el único que dice la verdad (créanme que hay jubilados que lo ven así), será muy complicado que se entienda que la telerealidad, es mentira, que no hay absolutamente nada fuera de control en pantalla, será muy difícil enseñar a los neófitos a que merece la pena buscar lo que ver por la red y que al final se ahorra tiempo.
Buscar, esa es la diferencia, no nos queda otra, la postura pasiva de antaño nos dejará en el pasado, porque la prioridad es la audiencia y la nulidad de criterio, lo veo porque lo ponen y lo ponen porque lo veo. Tan absurdo como efectivo, y potencia la postura del navegante en la red, que reactiva un poco la forma de adquirir productos audiovisuales mejores. Y no me refiero a cultura, sino a realización e internacionalidad. Nos han quitado la posibilidad de ver canales de otras autonomías, copian los programas del extranjero, crean parásitos sociales que son héroes para lelos, y todo esto es lícito si soy yo quien realmente lo elijo, no si me lo meten por los ojos. Y además, ahora casi todo el mundo que ve la tele en familia tiene otra pantalla delante más pequeña y mientras está viendo lo que la autoridad pide, puede dejar de prestar atención, que es lo que mejor hacemos, no escuchar, no saber concentrarse y querer estar en muchos sitios a la vez.
Oj! Que a gusto que me he quedado.
Chau!