27.9.17

Septiembre, el mes de la culpa

Una cosa que ocurre con los encabezados con fecha es que cuando pasa el tiempo pierden parte de su encanto. Hablar de Septiembre, dentro de 2 años puede que no tenga tanto valor, porque cada año tiene un volver de vacaciones y se repite. Deberíamos tener 24 meses diferentes para que la sensación de repetición no fuese tan angustiante.

Así que este noveno mes del 17 es como un guisado de hojas secas que empiezan a caer, los últimos vestigios de calor bochornoso y de sudor lánguido de verano y de luces nocturnas que anuncian que el sol se tiene que ir ya, porque le espera en casa un montón de ropa que planchar y esa sensación melancólica de volver al colegio de la infancia.

Septiembre es el mes donde se comprueba la sincronía de la sociedad donde vivimos, la soledad de la vuelta al transporte público por la noche cobijados por las fotos del verano repletas de luz y de relojes apagados.
Pero para los que tienen vacaciones en septiembre, o los que no tienen la vida normalizada de oficina y calendarios tachados, este es un mes muy curioso, que va a dos velocidades. Una, la del jubilado que en septiembre es cuando se va al monte a descansar de la familia y otra la de los que tienen que volver a empezar de cero.

Nada nos impide hacer lo que quieran este mes, y sin embargo una extraña maraña transparente parece entramar y agarrar contra la silla, como arrastrado por la masa que melancólicamente siente que está haciendo algo mal. Ese sentimiento cristiano de culpa contra la excitación de pelarse una clase y disfrutar de lo prohibido. Lucha de titanes para un montón de días rellenos de horas donde colocar miles de ideas y de proyectos. Al otoño hay que decirle que no puede hacernos estar en muchos sitios a la vez, a lo que le llaman Mindfullness ahora, diversificación de colores de hojas caducas y perennes.

El final del verano, me sabe a Predicador de cómic, a Leonardo Di Caprio en la Nueva York del siglo XIX, en la policia de Boston, en el SoHo de Manhattan, a Isla de convictos, a Isla de Perdidos con hojas siempre verdes y misterios que no acaban, a monólogos rutinarios, a Dragones, porque este año está siendo el año de los Dragones, y a profundidades ambiguas que parecen menores de lo que son.